A lo largo de la historia, la educación, a pesar del constante interés que ha surgido entre los filósofos y pensadores, en la práctica, se ha utilizado como una simple herramienta para adaptar el individuo a los objetivos sociales de cada época. A diferencia de la Grecia clásica y en Roma, donde la educación era práctica, conectada a la vida real y sus necesidades, y de lo que sucedía con el Cristianismo donde la razón estaba subordinada a la fe, con una educación dogmática y pasiva; en el Renacimiento se produce un retorno al Humanismo y, por primera vez, se habla de la conciliación entre la autoridad de la profesor y de la libertad del alumno (un concepto recuperado posteriormente por Kant y Pestalozzi), de la integración de la didáctica (Comenius),y del niño como un individuo y no como un ser irracional e irresponsable (Locke). Los educadores promueven el desarrollo de la razón en la formación a través de diversos métodos: naturalista (Ratke), inductivo (Bacon) y deductivo (Descartes). Ya en el siglo XVIII, hay una lucha entre la pedagogía de los sentimientos (apoyada por Rousseau) y la pedagogía de la razón (respaldada por Kant). En este contexto, Herbrart introduce el concepto de instructivismo con cuatro grados en el procedimiento: claridad, asociación, abstracción y sistematización, y tres métodos para la enseñanza: descriptivo, analítico y sintético. El positivismo del siglo XIX, considera que la educación sólo es posible a través de acciones concretas, que requieren una verificación racional en el ámbito de la experimentación. Marx vincula la educación con la producción material (base fundamental para la formación en la era industrial). Pestalozzi introdude el concepto de formación profesional, y Herbart sugiere que para que el aprendizaje sea eficaz debe existir interés e interacción. En este contexto, el siglo XX es de gran experimentación en el campo de la psicología. Surgen distintas teorías del aprendizaje que sirven de marco teórico para el diseño instruccional. En el marco del conductismo, el aprendizaje es vertical, basado en un método de la repetición de la conducta y medición de los resultados para ofrecer unos conocimientos progresivo. Durante este período (años 60) se consolida la educación a distancia. En el del cognitivismo, en cambio, se hace hincapié en los procesos mentales internos del individuo, pero el aprendizaje sigue siendo vertical con una evaluación más cualitativa que cuantitativa, porque se cree en la voluntad del alumno para aprender. A finales del siglo XX, son ya otras disciplinas las que aportan conceptos la educación: economía (eficacia, eficiencia, ROI, ...), informática (LMS, Web 2.0, la MUVE ...) o matemáticas (Teoría del caos y la Teoría de la complejidad , ...). La Neurociencia proporciona datos objetivos sobre los procesos internos de la mente (plasticidad del cerebro, las conexiones neuronales, ...). Pero este rápido progreso científico y tecnológico hace que la vida útil de conocimiento sea cada vez más corta, creando una necesidad de formación continua, informal y no regulada. En el marco constructivista cada persona construye su propia perspectiva del mundo a través de sus propias experiencias y sus esquemas mentales. El aprendizaje se basa en la interacción y la solución de problemas (individuales y grupales), siendo el estudiante quien crea su propio itinerario formativo. Durante este período, emergen de las TIC y nace el e-learning. Los nuevos movimientos sociales favorecen la democratización del conocimiento (software libre, licencias Creative Commons (Alex Couros. Elluminate. 16/10/2008)). Ello facilita el acceso y propicia un exceso de información y una necesidad de nuevos sistemas de almacenamiento, pero también genera una gran facilidad de acceso a las nuevas herramientas 2.0 y crea una cierta tensión entre la pedagogía y las herramientas (Grainne Conole. Elluminate, 22/10/2008) dado que, a veces, más que por necesidad son utilizadas por puro esnobismo. Este ritmo de cambio vertiginoso, provoca que la educación pase de ser vertical a horizontal (profesor y alumno están en el mismo plano). El profesor ya no es el principal depositario de los conocimientos, sino simplemente un facilitador de contenidos que aprende conjuntamente con sus alumnos durante el proceso. Por su parte, el alumno, de acuerdo a sus necesidades formativas, determina cuál será su propio itinerario formativo. La evaluación, por tanto, ya no puede ser cuantitativa sino cualitativa. Todos estos elementos son recogidos por una nueva teoría de aprendizaje (Connectivism), que propone un modelo de formación basado en la diversidad de puntos de vista (derivado de las redes) y la libertad de acción (autonomía), tratando de obtener como resultado un conocimiento emergente que no se limita a las fronteras tradicionales (Terry Anderson. Elluminate. 09/10/2008), pero que, a diferencia del constructivismo que fomenta el trabajo colaborativo (varios alumnos trabajan en un grupo cerrado donde todos aprenden de todos), ahora se potencia el trabajo en red (trabajo individual o en grupos abiertos, apoyado en nodos especializados). Sin embargo, esta forma de enseñanza y aprendizaje no tiene la misma eficacia en el proceso de aprendizaje formal (cerrado) o informal (abierto), en la formación académica (más conceptual) o empresa (más práctica), por lo que es necesario ajustar el modelo a la necesidades del contexto, cada vez más complejo, en el marco del cual los diseñadores instruccionales, conscientes de su gran potencial educativo, empiezan a incorporar entornos virtuales tridimensionales que potencian la sincronia y la simulación. ________ Fuente: Connectivism and Connective Knowledge. 2008 / Análisis Comparativo de tres metodologías educativas. Dolores Capdet. DEA. Madrid. 2005.
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domingo, 2 de noviembre de 2008
CKK08: De la autoridad del profesor a la libertad del alumno
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