El modelo constructivista utiliza las simulaciones educativas para que los alumnos trabajen colaborativamente y aprendan de sus errores individuales y colectivos a través del método de ensayo y error. Una de sus principales ventajas es que el alumno, para aprender, se puede equivocar reiteradamente y no hay consecuencias negativas.
Sin embargo, leo en Consumer, que la Universidad de Mondragón ha anunciado la implantación, a partir del próximo curso, la primera titulación universitaria que seguirá en España el modelo educativo finlandés -uno de los mejores del Informe PISA-, con la colaboración de la unidad de aprendizaje de la Universidad finlandesa de Jyväskylä,
Así, los estudios de Grado estarán agrupados bajo la denominación de Liderazgo Emprendedor e Innovación y los estudiantes deberán participar desde el primer momento en experiencias reales a través de la creación de empresas o la definición de proyectos reales y no simulados: Los alumnos crearán empresas reales, trabajarán para clientes reales y en proyectos reales. Además, tendrán la oportunidad de realizar programas de intercambio individual, de participar en viajes de aprendizaje en equipo -learning journeys-, y durante dos meses serán miembros de la red de equipos internacionales de jóvenes emprendedores y realizarán viajes formativos a Estados Unidos y países emergentes.
No cabe duda de que la realidad es mejor que la simulación y que, si el modelo funciona, las simulaciones entrarán en retroceso, pero la pregunta es: ¿Hay margen para el error del alumno o aprendiz en el modelo que adoptará la universidad guipuzcoana?
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