Es difícil combinar una enseñanza universitaria basada en un modelo fuertamente individualizado, en el que predomina la actividad expositiva por encima de la práctica, con un contexto social en la que las redes (dinámicas) sustituyen las estructuras tradicionales (estáticas) y los alumnos pasan a ser considerados clientes a los que se intenta captar -compitiendo con infinidad de instituciones- ofreciéndoles una oferta variada, cosa que no deja de ser un error puesto que los intereses de los jóvenes avanzan en otra dirección.
Sumergidos de lleno en sus propios intereses, multiconectados virtualmente, especialmente los jóvenes, saben que pueden obtener la información deseada con un simple clic. En cambio, en la Universidad. probablemente se encontrarán con un modelo que responde a la metáfora de un tren que para inevitablemente en todas las estaciones (temas) independientemente de si hay o no pasajeros (alumnos interesados).
Vivimos en un mundo competitivo en el que todo sucede de prisa, incluida la evolución de la información, creándose una conciencia de que todo es efímero y, en consecuencia, se opta por consumir sin profundizar más de lo estrictamente necesario.
George Siemens se pregunta en uno de sus posts cuanto tiempo es necesario para ser experto en una materia y, a través de sus lecturas, obtiene como respuesta que puede costar hasta diez años. Es demasiado tiempo para una cultura líquida -planteada por Zygmund Bauman- que rompe con las estructuras estáticas y con las limitaciones -físicas y temporales- que impiden una multitud de conexiones virtuales simultáneas en detrimento de las relaciones en la vida real que requieren un tiempo importante que puede destinarse a otra cosa.
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