La tecnología del aprendizaje, lejos de tener un desarrollo propio, ha sido siempre parasitaria de otros nichos de mercado, siendo los educadores quienes han asumido el reto de adaptarla a los objetivos pedagógicos.
Con la expansión de los dispositivos móviles en el mercado, en el último lustro algunas instituciones educativas se esfuerzan por introducir los dispositivos móviles, enfrentándose al reto de desarrollar y adaptar protocolos para su sostenibilidad y escalabilidad, cosa que se ve dificultada por la diversidad y la transitoriedad de estos dispositivos.
A diferencia de los sistemas de escritorio, los dispositivos móviles no tienen un formato uniforme, utilizan diversos sistemas operativos, no se circunscriben a un lugar o espacio determinado, tienen una gran variedad de opciones (f2f) y algunas restricciones en cuanto a capacidad o funcionalidad (memoria, conectividad).
El alumno también a cambiado. Ya no se siente intimidado por el uso de la tecnología ni por la accesibilidad de la información porque es algo que forma parte de su vida cotidiana. Sin embargo, es importante distinguir entre lo que es consumo y producción de conocimiento. No ocurre lo mismo con el docente que necesita una permanente actualización sobre la integración de estos dispositivos.
El contenido que se recibe en este tipo de dispositivos está estructurado de una forma distinta a como lo está en la web. La pantalla, y, por tanto, las fracciones utilizables son mucho menores y se corre el riesgo de que la excesiva fragmentación impida alcanzar el sentido de su relación con el conjunto. Ello hace que su penetración sea mayor en contextos donde no hay una consolidación de hábitos anteriores.
La navegación es más costosa y más cara que en un PC convencional y depende mucho de la opción personal que el usuario elija, cosa que es un handicap, especialmente para la educación formal, a la hora de elaborar un plan de estudios.
Sobrer este tema, en noviembre pasado, BECTA publicó el estudio Learners – Should We Leave Them To Their Own Devices?, de John Traxler.
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