En una coyuntura
económica desfavorable la cultura de compartir adquiere una
importancia capital porque permite rentabilizar esfuerzos y reducir
costos, cosa que raras veces se tiene en cuenta en la cultura de la
abundancia.
Compartir no
implica regalar ni tampoco aprovecharse del trabajo de los demás.
Compartir es crear a partir de lo existente y revertir el
conocimiento que ello ha generado. Esa es la forma de contribuir.
Todo autor tiene
derecho a decidir como quiere publicar su obra. Puede hacerlo con
copyright, con alguna de las modalidades de licencia Creative Commons
o sin que esté sujeto a ningún tipo de licencia. De la misma
manera cada persona puede decidir qué tipo de contenidos consume sin
más condicionamiento que sus propias convicciones. Y tan lícito es
lo uno como lo otro.
Obviamente
avanzamos hacia una cultura cada vez más instalada en la
virtualidad, el conectivismo y la apertura, en la que lo lógico es
trabajar en favor de una inteligencia colectiva con todos los
recursos y herramientas disponibles.
Han contribuido a
ello movimientos sociales como Open Source (software libre), Creative
Commons (otras licencias como alternativa al copyright), Open
Education (educación para todos), OER (recursos educativos abiertos)
y los desarrollos en minería de datos e inteligencia artificial.
Nunca hasta ahora
habíamos tenido un acceso tan fácil a datos e información ni
tantas posibilidades de crear recursos de calidad a un coste mínimo.
Aprovechemos la
ocasión para crear el mejor entorno posible para cada organización. Esto es algo que afecta a todos los estamentos. Tengo el placer de contribuir a ellos desde este proyecto.
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